Hacia finales del III milenio a de C., los pobladores de Cerro Muriano ya fabricaban objetos metálicos con cobre de sus filones. Aquellos pequeños grupos humanos del Vaso Campaniforme que se enterraban en solitario y que practicaban la agricultura y la ganadería, ya conocían una metalurgia primitiva con la que comerciaban a pequeña escala. Los estudios metalográficos llevados a cabo en dos piezas metálicas del Bronce Final halladas en esta reserva minera parecen indicar la presencia tartésica en Cerro Muriano, la civilización que poseía reyes y escritura y que ya citara el griego Homero en la Ilíada y la Odisea. Cuando siglos después Plinio, en su Historia Natural, citó las excelencias del cobre de Cerro Muriano, conocido en aquellos días como aes Marianum, dijo que era el preferido de la época y llegó a equipararlo con los más afamados cobres romanos. Pero los autores clásicos no sólo citaron el metal de este yacimiento minero sino también a su posesor, Sexto Mario, un hombre próspero y controvertido que llegó a sentarse a la mesa de Tiberio.

©Fernando Penco Valenzuela